Comentario
Viernes, 1 de septiembre de 1939, 4,45 horas. Las tropas alemanas cruzan la frontera polaca. A la misma hora, el acorazado alemán "Schleswig-Holstein" cañonea el puerto de Danzing. El gauleiter Forster declara anexionada la ciudad al Reich. A las 6,00 horas aviones alemanes bombardean Varsovia, Cracovia, Poznan, Lodz, Katowice, Tomaszow, Plock, Grudziadz, Radom, Lvov, Grodno, Brest y Tererspol. Las hostilidades entre Alemania y Polonia, cantadas hace tiempo, han comenzado. Y con ellas, lo que todavía sólo es, para lo alemanes, una "expedición de castigo", y que pronto será la Segunda Guerra Mundial...
Toda la culpa, dicen los europeos en ese caluroso verano, la tiene Danzig, esa ciudad "absurda" enclavada en Polonia, habitada por alemanes (el 96 por 100 de sus 425.000 habitantes, en 1939), pero "territorio libre" desde 1918, unido aduaneramente a Polonia, desmilitarizada, administrada por un Parlamento electivo, reivindicada por polacos y alemanes.
Cuando en 1933 los nacionalistas suben al poder en Alemania y en Danzig, sobre la marcha inician la germanización administrativa de la ciudad, limitan la competencia de la Sociedad de Naciones, emprenden -ilegalmente- obras militares, toman medidas contra los judíos y fomentan la afluencia de "turistas" alemanes.
Desde comienzos de 1939 Alemania no oculta su deseo de anexionársela, de grado o por fuerza. El 21 de marzo ha llegado un memorándum alemán a Varsovia, en el que se exige Danzig y la construcción de una autopista y una vía férrea que cruzaría el "corredor" polaco entre Alemania y la ciudad, y que debería tener estatuto de extraterritorialidad. Polonia se niega a la cesión y anuncia la movilización parcial (dos divisiones), de acuerdo con el "Plan Oeste".
A su vez, lo alemanes deciden llevar adelante (abril) el "Plan Blanco" (ataque a Polonia) preparado ya desde febrero o marzo, lo que echa por tierra la tesis de la "espontaneidad" de la reacción alemana ante las negativas polacas, por otra parte justas. El 28 de abril Berlín denuncia el pacto de no-agresión germano-polaco de 1934. Días después, Beck, ministro polaco de asuntos exteriores, rechaza una nueva petición alemana mientras se multiplican los incidentes fronterizos y se acentúa la militarización de Danzig, donde los alemanes crean un "Cuerpo franco" y, en agosto, se restringen los permisos a sus ciudadanos. En ese mismo mes, en plena crisis, nuevas ofertas de Hitler -que espera que París y Londres convenzan a Varsovia- son rechazadas por Beck, que se niega a cualquier conversación ulterior. Los polacos, dice Beck, no quieren la paz a cualquier precio y no van a ceder como Checoslovaquia. " Lo más importante es el honor", termina diciendo.
Ante esto, Hitler decide fijar el día del ataque para el 26 de agosto, luego pospuesto para el 1 de septiembre. El 31 de agosto pone en marcha la Directriz n.° 1 del plan de guerra: un incidente prefabricado que justificaría el ataque. Soldados de las SS con uniformes polacos destruyen la aduana alemana de Gleiwitz, ocupan la Radio, desde la que lanzan slogans antialemanes, y abandona algunos cadáveres tiroteados de "polacos" (en realidad presos del campo de concentración de Buchenwald). Mientras los alemanes renuevan cínicamente las ofertas de paz, salta la noticia de las "agresiones" polacas en la frontera. Al día siguiente Alemania invade Polonia. Pese a las alianzas, Francia y Gran Bretaña no se mueven. Y Hitler seguirá pensando que Londres y París no van a intervenir por Danzig.
En general, se considera que el conflicto germano-polaco de 1939 es un episodio más de las siempre difíciles relaciones entre ambos países.
En este caso, la responsabilidad principal recae en la Alemania nacionalsocialista y en su tajante replanteamiento del orden territorial surgido de la I Guerra Mundial, con la anexión de Bohemia y Austria (1938), la cesión por parte de Lituania de Klaipeda (Memel), en marzo de 1939, y la reclamación de Danzig (o Gdansk, en polaco).
Pero Alemania "no busca colonias (en ultramar), sino territorios", Con otras palabras, la Alemania de Hitler busca la expansión en sus fronteras en pos del Lebensraum o "espacio vital", que según los ideólogos imperialistas alemanes de los siglos XIX y XX, la "joven y pujante" población alemana en crecimiento" necesitaba a costa de los pueblos inferiores del este europeo": Polonia, Ucrania, Bielorrusia, países bálticos... Se olvida fácilmente que la exigencias alemanas sobre Danzing eran sólo un paso para eliminar a Polonia, un paso más hacia el dominio del Este -y, desde la existencia de la URSS, hacia la erradicación del bolchevismo-. El plan alemán era de expansión general, no muy diferente de los que otros países europeos habían llevado a la práctica en América o intentado llevar a cabo en África y Asia. Hitler no quería "hacer volver la patria" a las minorías germanas en el extranjero, sino anexionarse los territorios donde habitaban y otros nuevos donde "exportar" a la población alemana "sobrante", desplazando, sometiendo o eliminando a la indígena. Sin embargo, si en la Europa de 1939 se tolera, porque lo hacen todos, protectorados, anexiones, rectificaciones fronterizas y desmembraciones de países y territorios, la colonización de poblamiento, con traslados de población y destrucción de la población y cultura ajena son más fáciles de ejecutar y admitir, y además "llegan tarde", históricamente hablando. En Occidente, además, nadie creía del todo en la expansión propugnada por Hitler -ni los propios judíos, ni los polacos-, salvo, como veremos, los soviéticos y algunas individualidades occidentales.
Así, la "intransigencia" polaca en la cuestión de Danzig será sólo un pretexto más para la eliminación de Polonia: ya en 1919 Hindenburg había dicho que el peligro mayor para Alemania " es la existencia de Polonia como Estado independiente", y el general alemán, de origen pomeranio, Hans von Seeckt afirmaba que "Polonia es el problema fundamental del Este. La existencia de Polonia es algo que no se puede tolerar ni conciliar con las condiciones de vida de Alemania. Polonia debe desaparecer".
Las relaciones germano-polacas habían alcanzado cierto equilibrio en tiempos de la República de Weimar y de Pilsudski, aunque no se había resuelto el problema de la minoría germana de Polonia occidental ni el de Danzig. En este último caso, la solución intermedia dada por la Sociedad de Naciones no había satisfecho realmente a nadie. Pero sin la política expansiva de Hitler quizá su status se habría prolongado indefinidamente.
Cuando Hitler reclamó Danzig y el "Corredor" esperaba que también esta vez iba a obtener lo que quería. Aunque no subvaloraba a Francia y Gran Bretaña y temía una guerra con éstos -seguía pensando que los soldados franceses de 1939 eran iguales a los de 1914-, sí estimaba que un "territorio tan exiguo" en un "país de tercera fila" no iba e empujarlos a la guerra.
Para la cual, por otro lado, Alemania se había ido preparando casi ostensiblemente desde 1934-35 (rearme, consolidación política interna, pactos exteriores, como el de Acero de mayo de 1939), pues la "necesitaba" como un factor más de sus planes expansivos. Esta guerra tenía sus razones propias, por encima de contingencias. Varios países van a tener su parte de responsabilidad en su estallido, pero la fundamental, sine qua non, y la decisión final recaen sobre Alemania. "Esta vez -comentará la Neue Zürcher Zeitung del 5.IX.39-, al contrario que en el 14, es posible escribir los nombres y apellidos de los responsables de la guerra."
¿Y Polonia? Bastantes historiadores y la opinión popular ven a Polonia como víctima histórica de sus poderosos vecinos, lo que en gran parte es cierto. Pero es menos cierto que haya sido siempre una nación inocente, débil pero heroica, caballerosa y pacífica. Polonia -que en el pasado había sido también una potencia imperialista, por ejemplo en la Edad Media y en 1920- había recuperado la independencia en 1919. Los gobiernos que se habían sucedido, controlados prácticamente por los militares, y la dictadura de los coroneles, no habían sabido ni querido resolver los problemas económicos y políticos, se perseguía a las minorías étnicas, en particular a la alemana y judía, Polonia dominaba en el Este las tierras habitadas por bielorrusos y ucranianos, y no había pestañeado con ocasión de la desmembración de Checoslovaquia e incluso había aprovechado este acto de agresión alemán para ocupar la llamada "Silesia de Teschen" o Cieszyn, perteneciente a Checoslovaquia y no mayoritariamente polaca (sólo 98.000 polacos sobre una población de 240.000 habitantes). Asimismo, había apoyado expresamente la conquista italiana de Etiopía y las reivindicaciones italianas sobre las colonias francesas.
Pese a su ubicación geográfica y a las amenazas alemanas, Polonia, como dice H. Michel, cultivaba desorbitadamente una política reaccionaria y patriotera, de la que se imbuía al pueblo, fomentada por los políticos y sobre todo por la casta militar que, para Battaglia, era claramente fascista y aristocraticista y depositaria del "alma polaca". Polonia se consideraba una potencia, complejo totalmente injustificado, dada su debilidad económica y militar.
Con todo, cuando Hitler toma el poder, los polacos se creen protegidos por su propio poderío militar y por sus alianzas con Francia y Gran Bretaña - y por la enemistad entre URSS y Alemania-. Se ha acusado a Beck de esperar que los demás "saquen las castañas del fuego a Polonia", pero, en parte, así se lo habían prometido sus aliados, y los polacos acabarán creyendo que un ataque exterior haría entrar en acción automáticamente a los ejércitos francés y británico. Además, los polacos (recordemos que Jósef Beck era en el fondo pro-alemán) tratarán en un primer momento de mantenerse equidistantes entre los dos bandos hasta ver lo que podían obtener de cada uno. Finalmente, como veremos, Varsovia había aceptado alianzas con París y Londres, pero nunca las aceptará con la URSS, pese a que esto último -en ello coinciden historiadores tan dispares como Michel, Deborin, Latreille, Battaglia, Taylor, Calvocoressi y otros- habría significado la salvación de Polonia. El propio Churchill admitirá que "sin Rusia nuestras garantías a Polonia, a Rumania, a Grecia no tienen fundamento".
En cuanto al poderío militar, eran grandes la diferencias entre Alemania y Polonia. La primera era considerada tradicionalmente una gran potencia, y pronto iba a demostrar que seguía siéndolo, pese al Tratado de Versalles, y ante la pasividad culpable de los occidentales, facilitado esto por la salida de Alemania de la Sociedad de Naciones (1933) y por la política de ignorancia olímpica del derecho internacional; las inversiones de la industria armamentista habían pasado de un 22,9 por ciento en 1933 a más del 74 por ciento en 1938 (E. Duraczynski).
Alemania era el único país que como hemos dicho, se estaba preparando seriamente para la guerra; además, las limitaciones impuestas por los vencedores de 1918 en cuestión de armamento habían consentido renovar material y táctica, en lo que los alemanes se hallaban en vanguardia; basta pensar en el Blitzkrieg o guerra relámpago. Los generales veteranos son competentes y abundan los jóvenes con ideas modernas, como Guderian, Rommel y otros. Además, la máquina de la propaganda va a funcionar perfectamente. Si el entusiasmo popular no va a ser el mismo que en 1914, la excelente planificación, los sensatos planes militares, la tradicional del pueblo alemán hacia sus gobernadores facilitarán mucho las cosas, aplacando los temores de Hitler y de sus colaboradores partidarios de la guerra, como Ribbentropp, ministro de Asuntos Exteriores -Goebbels y Göring, sin embargo, encabezarán a los contrarios a la guerra-.
En tiempo de paz Alemania dispone de unos 800.000 soldados, pero va a movilizar a más del doble. Dispone de 84 divisiones de infantería, 6 acorazadas, 4 ligeras (luego acorazadas), 4 motorizadas. Posee 2.886 carros de combate ligeros, 309 medios y 5 pesados. La aviación, con unos 4.800 aparatos, es la más poderosa del mundo. Polonia disponía de los aviones PZL P.37, entre otros. Se fabricaban también carros de combate (Tankete Ursus Tka, TK 2, TK 3, y TK ; carro ligero 4 TP; carros 7 TP, 10 TP y 14 TP. Disponía asimismo de carros franceses Renault FT-17.